Leo en un artículo del diario “La Vanguardia” firmado por la periodista Mayte Rius que el consumo de tranquilizantes y antidepresivos se ha disparado según datos del Ministerio de Sanidad español. Los ansiolíticos son la droga más consumida después del tabaco y el alcohol, y por encima del cannabis: más de un 15% de las mujeres y el 7,6% de los hombres declaró haberlos consumido en el 2011 en la encuesta domiciliaria sobre alcohol y drogas en España (Edades).
De inmediato pienso en la actual crisis económica, las pérdidas de millones de empleos y las crecientes dificultades en la vida. Sin embargo, son muchos los médicos que desvinculan el alto consumo de ansiolíticos y antidepresivos de la actual situación económica y buscan las razones del mismo en la tendencia a medicar cualquier reacción emocional normal ante un acontecimiento adverso.
“El aumento escandaloso del consumo de estos fármacos tiene que ver con la evolución de la cultura occidental, cada vez más negadora de las emociones; con el hecho de que los médicos no tenemos recursos para abordar emociones como la tristeza, el miedo, la angustia o la fobia y lo resolvemos recetando medicamentos”, resume el presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia, José Luis Marín.
También la presidenta de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, Eudoxia Gay, cree que el elevado consumo de tranquilizantes, somníferos y antidepresivos tiene que ver con que en nuestra sociedad “hay muy poca tolerancia a la frustración y la gente quiere soluciones rápidas a sus problemas y tira de fármacos en lugar de elaborar su ansiedad, de desarrollar mecanismos de defensa ante los problemas que les provocan esa angustia y de buscar formas de vida más sanas para disminuir la tensión y el estrés”.
“Estamos terminando de redondear el círculo de negación de la emoción y convirtiendo emociones normales en enfermedad: la tristeza la convertimos en depresión, el miedo en angustia, la timidez en fobia social… Medicamos al paciente y, como con el fármaco se encuentra mejor, ya no quiere renunciar a él, desarrolla una dependencia afectiva, psicológica. Pero es normal y sano tener miedo o sentirse triste de vez en cuando” reflexiona José Luis Marín.
Naturalmente que la depresión es una enfermedad importante y que los antidepresivos son eficaces para algunas personas, sólo intento reflejar que incluso entre la comunidad médica parece extenderse la idea de que, entre otras cosas, la definición actual de la depresión clínica (dos semanas de estado de ánimo bajo – incluso después de duelo) es demasiado amplia y causa de medicalización generalizada.
Los antidepresivos no son más que un elemento disponible para el tratamiento de la depresión, no una panacea. No siempre funcionan puesto que no todas las personas somos susceptibles a los posibles beneficios. De hecho, muchas veces pueden empeorar algunos síntomas y/o crear adicción, por ello resulta evidente que hay que buscar alternativas para alejarse de los fármacos, respetando, eso sí, la libertad de elección de cada individuo. Es cierto que el medicamento está normalizado en nuestras vidas, pero debemos ser respetuosos tanto para dejar libre de culpa al que necesita medicarse como a los que tomamos otras alternativas y, a veces, caemos también en la radicalización. Eso sí, el sufrimiento gratuito no es necesario.
Podemos saber con exactitud qué efectos tiene el fármaco que nos recetan. Sólo tenemos que conectarnos a internet y escribir el nombre del medicamento, además de leer atentamente el prospecto que toda caja de medicamento contiene. Nadie nos engaña. En esos momentos nos informamos tan ampliamente como deseamos y no nos conviene mirar hacia otro lado.
Cada persona debe tratar de adquirir las herramientas que le ayuden a hacer frente a la situación que provocó la ansiedad, la tristeza o el estrés y que le permitan afrontar las adversidades de otra manera más alejada del dramatismo.
“Lo primero que deberíamos hacer es normalizar las respuestas de tristeza y angustia ante determinadas situaciones, darles valor; y cuando algún amigo que se ha quedado sin trabajo o que pasa dificultades nos cuenta su angustia, no decirle que no se preocupe y que lo que ha de hacer es animarse, porque así le estamos incitando a disimular su estado; en vez de eso, hay que decirle que es normal que esté triste y preocupado, que ha de sobrellevarlo y tratar de aprovechar la situación para conocerse mejor, explorar sus recursos, ver qué puede hacer para encontrar otras oportunidades”, resume Marín.
Los sentimientos nos pueden jugar malas pasadas, aquellos que nos afligen lo contaminan todo. Querríamos una solución inmediata, pero en ese momento las salidas se estrechan, se borran. Es antes de este momento que nos tenemos que preparar, y no porque seamos unos aguafiestas sino porque los sentimientos “buenos y malos” son parte de lo mismo. Sabemos que estamos contentos porque hemos estado tristes. Los mecanismos de defensa ante la dificultad puntual son, a veces, un recurso tan sencillo como una serie de respiraciones profundas, un paseo, asistir a una función de teatro,...
Prepararnos en la tolerancia de nuestros sentimientos negativos supone la práctica de técnicas de relajación y conciencia corporal (yoga, meditación, técnicas de movimiento), terapias de conversación, la elaboración de un diario personal,… Nuestra mejor ayuda es nuestro deseo, nuestra voluntad, ir poco a poco a conseguirlo con pequeños pasos. Nuestro trabajo personal es, al final, lo único que podemos manejar para influir en los cambios que queremos que se den en nuestro entorno. El premio es importante: mejorar nuestra situación.
Mover los Sentimientos: Una herramienta para desarrollar la inteligencia emocional es una nueva propuesta adicional y complementaria a esas alternativas. Está diseñada como un juego, una ayuda sencilla que puede propiciar un adecuado anclaje a la realidad de nuestra vida. Podemos permitirnos volver a mirar nuestra situación más ampliamente, sin limitaciones, sin prejuicios. Podemos eliminar las cortapisas tramadas en el victimismo acechante que nos menoscaba.
“Mover los Sentimientos” trata de promover tu introspección personal, permite una reflexión interior para remover el sentido común de lo que nos conviene y ejercitar las fortalezas que nos permitirán revisar nuestros juicios ante los problemas, tolerar nuestras dificultades y sacar partido a nuestras diferencias como persona.
Como siempre, lo que nos edifica, aquello que nos satisface y que es duradero cuesta un esfuerzo. Al igual que al leer el prospecto de un medicamento nadie nos engaña, el trabajo de nuestras emociones y sentimientos ha de ser plenamente sincero. La seriedad para abordar y entender nuestro interior es la propuesta de “Mover los Sentimientos”, el compromiso personal. Todos sabemos que no resulta fácil hablar de nuestros sentimientos, ni siquiera con nosotros mismos, pero el beneficio es proporcional a la dificultad. Cuanto más difícil nos resulta hablar de los mismos, mayor beneficio y fortaleza recuperamos de nuestra personalidad. Aspectos todos ellos que nos hacen estar conformes con nuestra manera de actuar.
Podemos invertir en nosotros mismos con aquel método que nos sea más propio. Si utilizamos el sentido común no podemos llegar a otra conclusión que el esfuerzo es necesario para conseguir un objetivo.
Nuestros sentimientos están ahí y no podemos anestesiarlos, pero podemos aprender a detectarlos y encauzarlos adecuadamente.
Si te los perdiste en su momento, puedes revisar ahora mis artículos “Viaje al centro de ti mismo: el autoconocimiento emocional”, “El autocontrol emocional: ¿Dr.Jekyll o Mr.Hyde?” y “Para qué escribir … un diario”.
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