Es frecuente que cuando nos aborda un problema importante, o incluso una contrariedad cotidiana, nos agobiemos. Pocos de nosotros sabemos compartimentar cada problema y alejarlo de la situación actual para revisarlo y acercarlo a otra situación, a otra realidad que nos resulte más ventajosa. La angustia lo contamina todo. Las razones para manifestarnos como enemigos de nosotros mismos se reproducen como un virus que puede con todo. Empequeñecemos. Es un virus que mina nuestra autoestima y se apodera de ella.
Si nos atenaza la desesperanza y nos parece que nuestra vida es un desastre y la de los demás un mundo feliz deseable nos enfadamos con nosotros mismos y nos sentimos afectados negativamente. Físicamente nos debilitamos en una creencia falsa sobre nosotros mismos.
Pero el único enemigo que obstaculiza nuestros deseos de esa vida perfecta que percibimos en los demás somos nosotros mismos. Es un asunto de miradas, de punto de vista. El lugar del otro nos resulta más cómodo. Las situaciones propias pierden esta perspectiva, nuestra situación es incómoda y en ocasiones la creemos irreversible. Es la incapacidad para autoevaluar nuestra realidad con justeza y sin determinaciones fatalistas que nos invaden negativamente.
Lo mismo ocurre cuando nos evaluamos a nosotros mismos y nos parece que nuestras aptitudes y virtudes están por debajo de las de los demás, mientras que nuestras incapacidades y/o defectos las superan ampliamente. Nos miramos a través del cristal de la imperfección, nos bloqueamos en una auto apreciación negativa, son momentos en los que siempre estamos en el equipo de los que pierden, somos el perro de las pulgas o el pupas.
El reflejo que tenemos de nosotros mismo está sesgado dependiendo de cómo nos sentimos, de los acontecimientos cotidianos, por esto es tan importante poder generar pensamientos positivos. Hay que revisar, la relación con uno mismo. “No puedes no pensar, pero sí mejorar la calidad de tus pensamientos”. Yogesh Sharda.
Mejorar en la apreciación sobre nosotros mismos es una cuestión de autoestima, evidentemente, pero también de justeza en la mirada y en orientación de nuestras creencias sobre qué son defectos y qué son virtudes.
Si intentamos un trabajo de indagación sobre momentos críticos podremos concluir en que, muchas veces, nos han salvado de situaciones tanto nuestros temidos defectos como nuestras diosas las virtudes.
Por ejemplo, es posible que nos critiquemos si somos tímidos o introvertidos, pero en ocasiones ese aspecto de nosotros mismos que no aguantamos nos da ventaja para comportarnos reflexivamente y no hacer comentarios inoportunos. Por el contrario, si somos de los que no se callan nada, no perderemos la oportunidad de expresarnos, de decir lo que pensamos, incluso de parar los pies a los otros. Es evidente que si indagamos en las dos maneras de ser, los de una cualidad ansían la del otro. Si me he de quedar con una de las dos cualidades, me veré en un problema. Seguramente elegiré la cualidad que no tengo porque en principio la veré más ventajosa. Mi cualidad, cualquiera que sea, nos parecerá de menor importancia, y esto es difícil de corregir. Por otro lado mis defectos están sometidos a la denominación negativa que he hecho toda mi existencia y hacer variar esta denominación autocrítica requiere un esfuerzo considerable.
Podemos traspasar ese sentimiento que teníamos ante la mirada hacia los otros y encauzarlo hacia nosotros mismos. Porque estamos hablando de hacer del “defecto” virtud, hacerlo nuestro amigo y sobretodo moderarlo, equilibrarlo a nuestros intereses.
Aceptar nuestra vida, nuestra realidad, también nuestros defectos o imperfecciones, no siempre nos resulta sencillo, pero equilibrar esta idea en positivo y en nuestro beneficio es una tarea que nos debemos permitir.
14 pautas para equilibrar defectos y virtudes
- Ajustar el punto de vista de nuestros defectos y virtudes.
- Los pequeños pasos son la base del cambio.
- Puedo dejar de compararme porque mis aspiraciones nacen de mi personalidad única.
- La comparación me permite encontrar mis límites.
- Puedo entrenarme en considerar el fracaso y el error como parte del camino.
- La humildad solo es necesaria como herramienta que me permite respetar a los otros y nos ha de dejar progresar sin miedo al ridículo.
- Mis habilidades entran en valor cuando las necesito, no es necesario alardear innecesariamente de lo que se tiene.
- Los nuevos proyectos son posibles, estoy dispuesta/o al esfuerzo que conllevan.
- Mis objetivos o sueños a conseguir pueden coincidir con otras personas, pero hay sitio para todos.
- Adoptar una actitud observadora, viviendo y experimentando pero desprendiéndose de la crítica, los juicios y las comparaciones.
- Detectar y valorar las cosas positivas, además de las imperfecciones.
- Intentar vivir el presente.
- Valorar los errores, implicándolos en ejercer influencia positiva.
- Valorar y aceptar el propio cuerpo y aspecto físico de una forma global: más allá de sus imperfecciones, cuidándolo y aprendiendo a escuchar y atender sus necesidades y señales.
A los “enemigos” los apartamos de nosotros, pero en esta versión del entramado, si el enemigo de mis dificultades soy yo mismo, ¿cómo me aparto de su efecto nocivo? Eligiendo el punto de vista conveniente.
Elijamos nuestra conveniencia: ejerzamos nuestra responsabilidad para el cambio y pongámonos manos a la obra. Todos podemos mejorar, pero no eliminando esos detalles de nuestra personalidad, incluso de nuestro cuerpo, a los que llamamos ‘defectos’, sino cambiando nuestro enfoque sobre ellos. Eduardo Galeanoya nos lo apunta en su famosa frase “al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.
Me acepto, me hablo positivamente, me puedo mantener a mí mismo feliz. Es ese tipo de inteligencia emocional que todos deberíamos haber aprendido.
Es nuestra responsabilidad madurar reconociendo nuestros errores y aprovechando los aprendizajes que la experiencia nos depara.
Se trata de realizar una pausa en nuestra vida diaria y reflexionar sobre nosotros mismos, conocer nuestros límites, conocer los límites de nuestro entorno, conectarnos con él y valorarnos oportunamente. Podemos conectar las emociones a la razón e implicar circunstancias que apliquen una salida beneficiosa a nuestros conflictos.
“Somos la causa y la solución de nuestros problemas”.Yogesh Sharda.
“Mover los Sentimientos” es una herramienta para el crecimiento personal y el bienestar emocional en los distintos ámbitos de nuestra vida: íntimo, familiar, social y/o profesional. El juego te invita a liberarte de los patrones de pensamiento pre-establecidos abriendo nuevas posibilidades en los procesos de cambio, las preocupaciones, problemas, conflictos y/o dudas de tu vida diaria.
Pausa: Dedica unos minutos a comprobar cómo estás y cómo te sientes.
Amplía: En cada situación hay múltiples puntos de vista. El reto es observar esas cuestiones de tu vida/trabajo desde una perspectiva diferente.
Conecta: Comunícate de una forma auténtica y sin prejuicios con los demás y, lo más importante, contigo mismo/a. Promueve conversaciones auténticas sobre temas complejos.
Proyecta: Formula nuevos objetivos emocionales y define acciones para el futuro.
Si tienes alguna duda o consulta respecto a la utilización de la herramienta “Mover los Sentimientos” no dudes en hacérmela llegar.
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